
‘La Paz en nuestros tiempos’
El 30 de septiembre de 1938, el primer ministro británico Neville Chamberlain bajó de un avión en el aeropuerto Heston en Londres. Acababa de regresar de reunirse con Adolf Hitler en Munich. Poco antes, el Führer había amenazado con invadir la zona de los Sudetes, en Checoslovaquia, hogar de 3 millones de germanoparlantes.
Durante semanas, Chamberlain había tratado de negociar una solución por la vía diplomática. Al regresar de Munich, el primer ministro británico mostró un papel firmado por Hitler donde éste, a cambio de la incorporación de los Sudetes al Reich, se comprometía a respetar las fronteras y reconocer al resto del estado Checoslovaco. Chamberlain estaba feliz, y dijo a los periodistas que lo recibieron en el aeropuerto que su acuerdo había logrado ‘la paz en nuestros tiempos’.
Todos sabemos lo que ocurrió pocos meses después cuando Hitler no cumplió con su palabra: La Segunda Guerra mundial.
Munich se convirtió rápidamente en un ejemplo de los peligros de apaciguar a gobiernos agresivos. Son como el marido golpeador: primero abofetea a la esposa, si ésta no hace nada, probablemente luego la mande al hospital, y en ocasiones, a la morgue.
Para Ucrania la invasión de ayer por parte del ejército ruso equivale a ser molida a patadas por Putin. Ucrania llevaba años avisando que tenía un marido golpeador, y pidiendo auxilio a los vecinos. La mayoría de ellos decidieron hacerse de la vista gorda y dejarlo pasar. A fin de cuentas, Rusia tiene gas barato y abundante, y los inviernos en Europa son fríos.

Ahora el ejército rojo está a las puertas de Kiev, y pocos dudan que los ucranianos puedan resistir mucho tiempo más.
¿Será que Putin se conformará con implantar un gobierno títere en esta ex república socialista soviética? O, envalentonado por la inmovilidad de la OTAN, continuará con su expansión como lo hizo Hitler en 1939?
«Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí»
– Martin Niemöller (1892-1984)