¿Está nuestro futuro en las estrellas?

¿O debemos concentrarnos en salvar nuestro planeta?

Un tema recurrente en la ciencia ficción es el conflicto que vive la humanidad tras convertirse en una ‘Civilización Espacial’ – entiéndase cuando la humanidad se ha extendido a otros planetas o sistemas solares.

Hoy estamos a las puertas de iniciar esa etapa. Elon Musk, CEO de Space X, ha declarado durante años que el objetivo último de su empresa es lograr la colonización de Marte. El razonamiento es que nuestro planeta corre peligros, tanto internos como externos, que amenazan la supervivencia de la civilización tal como la conocemos. El cambio climático, sobrepoblación, conflictos, accidentes nucleares o un despistado asteroide podrían acabar con nuestra sociedad y devolver a los pocos supervivientes a un mundo inhabitable o a una distopía al estilo de Mad Max.

Tener a humanos viviendo de forma sustentable en otros planetas o en estaciones espaciales, como lo propone Jeff Bezos, CEO de Blue Origin – la primera empresa privada en lanzar un cohete al espacio y recuperarlo – y ex CEO de Amazon, mejoraría las posibilidades de que nuestra civilización continúe aún tras una gran catástrofe en nuestro planeta.

Para lograr este ambicioso objetivo, tanto SpaceX como Blue Origin han invertido cuantiosos recursos en desarrollar astronaves que puedan llevar a miles o millones de personas a las estaciones o colonias espaciales propuestas. Sus detractores afirman que dicho dinero y esfuerzos estarían mejor utilizados si fueran invertidos en mejorar nuestro planeta Tierra. Al fin y al cabo, existen enormes necesidades insatisfechas como enfermedades, pobreza y degradación ambiental que podrían resolverse con los recursos suficientes.

En el mejor de los casos, las estaciones o colonias espaciales podrían albergar a miles o unos pocos millones de seres humanos. El destino de la gran mayoría seguiría siendo nuestro planeta de origen. Las estimaciones de costos varían, pero aún los más conservadores admiten que el proyecto costará cientos de miles de millones de dólares en el mejor de los casos.

Por otra parte, todos los cálculos que he visto acerca del costo de limpiar nuestro planeta son astronómicos, sólo el de revertir el cambio climático excede incluso el PIB mundial anual – unos 80 trillones de dólares. El pasado nos ha mostrado que es extremadamente improbable que las naciones se pongan de acuerdo voluntariamente para iniciativas globales costosas, en primer lugar por la falta de apoyo de los ciudadanos quienes prefieren abrumadoramente el uso de fondos en problemas más inmediatos.

Pero el aspecto económico queda de lado frente a los temas éticos: ¿Es correcto crear un bote salvavidas para menos del 1% de la humanidad? ¿Seguiremos siendo humanos si no nacemos en la Tierra? No hay respuestas fáciles a medida que nos enfrentamos a lo desconocido.

Al final, creo que las colonias en la Luna y en Marte se harán ‘porque es posible hacerlas’. La historia nos ha mostrado una y otra vez que los seres humanos iremos, como dijo George Mallory, sencillamente ‘por que está ahí’. Por primera vez en la historia, tenemos a nuestro alcance los medios tecnológicos para viajar a otros planetas.

En 2015 Elon Musk expresó que ‘Tenemos una ventana de oportunidad para colonizar Marte, que puede ser corta o larga, antes de que ocurra alguna catástrofe o evento que lo impida.’

Hoy, los viajes a Marte se ven a la vuelta de la esquina. Pero nada garantiza que la ventana estará abierta por mucho tiempo.

El final que todos conocíamos

Ya hemos visto esta película antes: Alguien tiene una gran idea, pero aparecen los peores defectos humanos – egolatría, mezquindad, corrupción – y los dinosaurios (o tiburones, o virus…) se escapan y muere mucha gente. Es lo que ha pasado esta semana en el Metro de Ciudad de México.

Como un poco de contexto para quienes no nos leen desde México, la Línea 12 o ‘Línea Dorada’ es una de las obras más importantes construidas en los últimos años en la capital. Inaugurada en 2012, conecta con otras 4 líneas de metro y representa un enorme ahorro en tiempo de desplazamiento para alrededor de 250.000 pasajeros diarios. Su colapso en la noche del lunes 3 de Mayo dejó más de 20 muertos y decenas de heridos.

Esta línea fue planeada como una de las grandes obras para conmemorar los 200 años del inicio de la independencia de México. El trazo original era subterráneo, pero debido a su menor costo se prefirió un trazo híbrido: Una tercera parte sería subterráneo, y el resto elevado. Originalmente cotizada en alrededor de 1,500 millones de dólares en 2008, fue entregada casi un año más tarde de lo previsto y con un sobrecoste importante.

Si bien los trazos híbridos no son inusuales en líneas de metro, los viaductos elevados no suelen ser recomendados en recorridos con múltiples curvas y desniveles ya que obligan a los trenes a reducir su velocidad y someten a la estructura a cargas importantes. Ahí empezarían los problemas. Luego, se toma la inexplicable decisión de emplear trenes con ruedas de metal, cuando en recorridos de ese tipo se recomienda emplear material rodante con neumáticos. En otras líneas de CDMX dicho sistema con ruedas de hule se ha empleado exitosamente por años.

Y en esos desajustes que en otras latitudes resultarían ridículos, a los pocos meses de inaugurada la línea se la tiene que clausurar debido a un ‘desgaste excesivo’ ocasionado por – no se me vaya a caer como Condorito – ‘la incompatibilidad del material rodante con los rieles’. En otras palabras, los trenes adquiridos no eran compatibles con las vías instaladas. Reparar este entuerto costó cientos de millones de pesos, ocasionó un incremento de más de 100 millones de dólares en los costos anuales de mantenimiento y, lo más importante, mantuvo cerrada la mayor parte de la línea durante más de un año. El entonces director del Sistema de Transporte Colectivo (STC), Jorge Gaviño, reconoció que la línea había «nacido con problemas endémicos’.

Marcelo Ebrard, quien fuera alcalde de Ciudad de México durante la construcción de de la Línea, es duramente criticado e investigado y deja el país para un exilio en Francia. Sólo regresaría para coordinar la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador y convertirse luego en el actual Canciller de la República.

El terremoto de 2017 daña de forma importante varias estructuras del viaducto de la línea 12, como se puede ver en este video de Televisa. Si bien el tramo colapsado esta semana no es uno de los afectados en esa ocasión, el que una obra tan nueva resultara dañada era motivo de preocupación.

Pero la importancia de la Línea Dorada era tal, que se tomó la decisión de mantenerla en operación a pesar que los pasajeros habituales ya estaban acostumbrados a los traqueteos y ondulaciones del recorrido. Eso terminó el lunes. Con la caída del viaducto, se desplomó también la confianza de los usuarios del sistema. Y lo más cruel es que, a pesar de ya no confiar en la seguridad del metro, los usuarios se ven obligados a seguirlo usando al no existir alternativas viables.

Volver a poner en operación la línea 12 es un enorme problema tanto económico como técnico como de percepción. Es probable que ni siquiera valga la pena y proceda su demolición ya que ¿Quién en su sano juicio volvería a utilizarla?

Aunque caigan cabezas – lo que por ahora se ve bastante improbable – , el daño ya está hecho.

De vuelta a la ¿normalidad?

¿Cómo será nuestra vida diaria tras el fin de la pandemia de COVID-19?

Si hay algo que nos ha enseñado la pandemia es que hay cosas que son más importantes de lo que antes pensábamos, y otras que podemos dejar atrás sin demasiada pena.

El trabajo en casa, el comercio electrónico, el aprendizaje a distancia son algunas tendencias que, sin bien ya estaban presentes, tras el confinamiento han dejado de ser algo ‘del primer mundo’ y han llegado para quedarse. Al menos para ciertos trabajos, o para ciertos rangos de edad. Varios amigos, colegas y familiares, tras haber probado las maravillas de no tener que enfrentar el tráfico diario, la flexibilidad de horario que ofrece trabajar en casa o el código de vestimenta informal donde el calzado es opcional, ven con recelo la posibilidad de volver a trabajar a diario en oficinas y con un horario rígido.

En cambio, los más pequeños han aprendido a detestar casi universalmente las clases por Zoom y el aislamiento de sus compañeros. Espero que tras el regreso a clases presenciales los chicos aprecien más la interacción personal, lejos de las pantallas y las pequeñas cabezas parlantes que por ahora llenan sus mañanas.

Hoy tuve una reunión de trabajo en una cafetería a las 9am. A diferencia de las pocas veces que últimamente había salido de casa a esa hora, el tráfico hoy ha vuelto a su lentitud habitual. Es una muestra más que el fin (de la pandemia, espero) está cerca. Ya había olvidado lo que significa emplear media hora para recorrer sólo 5 kilómetros. Esto me hace apreciar más el privilegio que tengo de poder trabajar a unos cientos de metros de donde vivo.

Trabajar en casa tiene sus ventajas, pero también sus bemoles. Más de uno ha tenido que mejorar, muchas veces a costa de su propio bolsillo, el plan de internet, los equipos y mobiliario para poder ser eficientes sin la infraestructura generalmente disponible en las oficinas de una empresa.

Hace algunos meses leía en el diario El País que la pandemia ha hecho repensar a muchos la conveniencia de vivir -y ahora, también trabajar – en los característicos pequeños y poco ventilados pisos (departamentos) que conforman la mayoría de las viviendas españolas. El artículo reflexionaba acerca de lo inconveniente de permanecer meses en aquellos espacios apenas adecuados para dormir, sin poder siquiera salir ni al bar de la esquina. Podríamos aplicar el mismo análisis acá en México, donde las pequeñas casas adosadas y los departamentos de menos de 75 metros cuadrados son los más comunes. Un cuarto de estudio para trabajar cómodamente en casa es prácticamente un lujo persa. Ahora empiezan a verse más atractivas aquellas casas más grandes pero alejadas de los centros de trabajo y por lo tanto más económicas que aquellas mejor ubicadas.

Los espacios de trabajo distribuidos para empresas, los proyectos inmobiliarios con espacios de coworking son tendencia. Y el no tener que desplazarse al lugar de trabajo hace también repensar la conveniencia de tener dos (o más) vehículos en casa.

Y si bien industrias completas están al borde de la quiebra, como los cines o la turística, hay otras que han florecido. De acuerdo con Statista, se espera que en 2021 el ecommerce en México supere los 20 mil millones de dólares – un 12,8% más que el año anterior.

El regreso a la normalidad, que ya se aprecia a la vuelta de la esquina, no va a ser a la misma ciudad que conocíamos. Algunas cosas han cambiado, quizá invisibles a primera vista, pero probablemente de forma profunda y permanente.